¡Quorn contra las palomitas de microondas!

por (Trad.: Germán Ponte)

Ya no sé en qué momento vivo.

De pequeño era más fácil. Vivíamos sin duda en algún momento del presente y, lo tenía bastante claro, nos dirigíamos hacia el futuro. La ciencia ficción me enseñó cómo iba a ser: ordenadores, alienígenas y naves espaciales plateadas de un kilómetro de largo.

A estas alturas tendríamos que estar en el futuro. Acabo de comprobar el calendario. No entiendo el retraso.

Escuchad.

Imperio

Esto es lo que tendría que haber pasado: habríamos aterrizado en la luna y después, unos años más tarde, habríamos explorado Marte y Venus, todos esos sitios divertidos, para luego saltar a Alfa Centauri. Y entonces, unos alienígenas la mar de chulos habrían venido a informarnos de que estamos lo bastante civilizados como para ser admitidos en la Hegemonía Galáctica. Y como somos la repera, como somos Seres Humanos Genuinos de 24 kilates, habríamos estado dirigiendo el cotarro en un par de años y entonces habría llegado la paz y la prosperidad y la felicidad para todo el mundo... eh... o cosa.

Me he leído los libros. Sé de lo que hablo.

El problema es que alguien no lo hizo.

(Creo que son esos malditos alienígenas. Siempre supe que no se podía confiar en ellos. Demasiados brazos, o tentáculos, o pseudópodos. Seguro que están ahí por alguna parte, viendo reposiciones de Star Trek y riéndose de nosotros).

Y aquí estamos: 1990, una fecha futurista como pocas.

No es que eso signifique gran cosa, como ya descubrimos en 1984. Menudo fiasco. Nada de televisiones de dos sentidos, ni habitación 101, ni Gran Hermano; ni siquiera la Liga Juvenil Antisexo (a cambio tuvimos yuppies, que viene a ser lo mismo, supongo, pero con mucho menos estilo). Todo lo que nos dio 1984 fue 1001 cosas molonas que hacer con tu ordenador personal de Bill Gibson, un flamante futuro que ya parece tan anticuado como el de Orwell.

No sé.

Es decir, el futuro tiene que estar a punto de llegar. Me acabo de comprar un reproductor de CD, y cada vez que viajo al extranjero termino con el hombro hecho fosfatina por cargar con la bolsa del ordenador portátil (y accesorios), que es tan portátil como un saco de adoquines, y tengo la casa llena de aparatos fantásticos, muchos de los cuales no funcionan bien, o no hacen exactamente lo que se supone que tienen que hacer, o simplemente son tercos de narices…

Por eso sé que esto no es el futuro.

Sigue siendo el presente, pero con una pantalla LED en lugar de roscas y manivelas. Si esto fuera el futuro, los ordenadores supondrían una amenaza porque estarían conspirando para hacerse con el poder, no por su tendencia a colgarse llevándose consigo medio capítulo a las cuatro de la mañana, o por negarse en redondo a funcionar mal cuando aparece el tipo del servicio técnico; y si esto fuera el futuro, sólo una conspiración alienígena podría hacer que una extraña pasta negruzca y pegajosa saliera del microondas en lugar de las prometidas «Palomitas de Microondas». Y si esto fuera el futuro, la televisión por satélite sería algo que verías desde una colonia L-5…

Alguien no se ha leído los libros buenos.

Tesco1, para empezar. O sea, el año pasado se pusieron a anunciar algo llamado Quorn —una proteína comestible derivada de un hongo (no de setas, insisten en los anuncios). Pero mira, me he leído los libros. He visto las películas. Ya me sé cómo va esto…

Científica

Hay unas grandes cavernas bajo Inglaterra, y en ellas hay un hongo gigantesco: el Quorn. De vez en cuando emite un latido y brilla con una pálida luminiscencia en la oscuridad. Y hay unos técnicos y otras personas en bata blanca que trabajan todo el día a su alrededor y (aquí viene lo bueno) el hongo se ha apoderado de sus mentes. Y lo están convirtiendo en comida y distribuyéndolo por el planeta, y cualquiera que lo come es poseído, hasta que un valiente pero pequeño grupo de Personas Que Se Han Enterado De Lo Que Pasa asalta la caverna e incinera al hongo hasta que sólo quedan cenizas, ametrallando en el proceso a todos los miembros de la junta directiva de Tesco porque, claro, también habían sido poseídos.

Final feliz. Con la muerte del Quorn todos recuperamos la mente.

Y luego el epílogo, donde vemos a un pequeño vestigio de Quornito creciendo en la esquina del sótano de alguien.

O tal vez debajo de mi bañera.

Es patético. O sea, Quorn… el nombre está bien (suena como una versión siniestra de «corn», maíz), pero apuesto lo que sea a que es totalmente inocuo. Puede que hasta sea bueno para la salud.

No me lo explico. Quizá podríamos boicotear a Tesco hasta que consigan hacer bien el futuro.

A veces, en mis momentos más enloquecidos y menos lúcidos, me preocupa que no exista el futuro. Que las cosas van a seguir siempre así: más o menos normales y un poco hechas una mierda de la manera más cordial posible; que todo lo que hay es el presente, sin importar lo mucho que avances o retrocedas en el tiempo.

Lo cual es obviamente falso, ¿no? Claro que sí. Tiene que serlo.

Aun así, empiezo a estar un poco preocupado.

Espero que el futuro llegue pronto.

A decir verdad, me estoy cansando de esperar.


N. G., 1990


Notas

  1. Tesco: Cadena de supermercados del Reino Unido. N. del T.