La narración del mundo
¿Y dónde nos encontramos al comenzar esta explicación? Estamos en un lugar regio: estamos en una de las versiones más auténticas del mundo.
«La Ciencia Ficción es un conjunto de síntomas y no una enfermedad», tal como me contó una vez un estudiante de medicina (suspenso). «Es como la vieja enfermedad de hidropesía que los médicos trataron durante tanto tiempo antes de descubrir que tan sólo consistía en una colección de síntomas, a veces por una afección cardíaca, a veces por una enfermedad del riñón o del hígado, a veces incluso por una faringitis.»
Bueno, los síntomas de la Ciencia Ficción son una avidez exploratoria por buscar y leer determinados textos místicos; una inquietud o excitación que se infiltra en todos los aspectos de la rutina vital; es la «comezón de oídos» que se menciona en la Biblia1, la búsqueda de «novelerías». Los síntomas más comunes son una cacería o búsqueda propia del halcón; una serie de encuentros repentinos y melodiosos; un conjunto de euforias y optimismos que aúllan de forma contradictoria para ser acumulados como los tesoros de un avaro y a la vez compartidos con otros pacientes que muestran síntomas afines; la sensación de que «el mundo en que vivimos» está de alguna manera enmascarado y necesita ser desenmascarado. Estos y otros síntomas indican o bien una extraña enfermedad o enfermedades, o bien una nueva forma de salud perpetua.
El análisis de los síntomas para diagnosticar la «enfermedad» muestra que la enfermedad es múltiple, que tiene nombres tales como Ciencia Ficción Dura, Ciencia Ficción Blanda, Alta Fantasía, Baja Fantasía, Novela de Aventuras Poco Al Uso. Y a veces carga con nombres sin consenso, tales como Ficción Biológica, Ficción Ontológica, Ficción Escatológica (¿sabía Teilhard, por ejemplo, que estaba escribiendo Ficción Escatológica?), Ficción Teológica, o Psicológica o Filosófica o Tecnológica o Geológica o Histórica. Todo esto y mucho más muestra la misma sintomatología.
Pero no os llevéis a engaño. El estudiante de medicina se equivocaba. Todas esas enfermedades son una única enfermedad, o quizá sean una única salud duradera. Su viejo nombre era «Historia» y su nuevo nombre es «Ciencia Ficción».
Los elementos comunes a todas las variaciones de «Historia» son esas dulces formas de placer: «Invención» y «Descubrimiento». Y otros elementos comunes son la fuerte expectativa y la emoción del desafío o peligro desmedido mezclado con un refugio seguro que no siempre se comprende. Otro elemento común es la fascinación por desentrañar el futuro (el célebre «qué pasará a continuación»).
Esta cosa, «Historia» o «Ciencia Ficción», pertenece al verdadero linaje real. Es un príncipe consentido, es el Delfín desaparecido, es el Rey Melquisedec del Génesis. Los caballos y los perros corren, los peces nadan, las ardillas trepan, la gente narra «Historias». Todas las ciencias y las artes están aquí contenidas: todas las especulaciones e innovaciones se encuentran en su interior. Es esa «Historia» que se contó alrededor de la primera hoguera. Es esa «Historia» que acababa de descubrir e inventar el fuego para esa primera hoguera. Es el disfraz válido del Mundo. Es la parábola que explica el Mundo y siempre es sagrada. Conforma cuando menos las «Bajas Sagradas Escrituras».
Sin embargo, los intrusos a corto plazo no son ninguna de esas cosas. Eso a lo que se llama «Narrativa Convencional» es un disfraz no válido del mundo. Lleva máscaras que son idénticas a los rostros bajo las máscaras; viste disfraces que son idénticos a la ropa bajo los disfraces; ha envuelto los «escenarios del mundo» en «escenarios de teatro» con el mismo aspecto. ¿Qué tipo de mascarada es aquella que no enmascara?
No pongo en duda la excelencia de algunas obras maestras que han sido llamadas «Narrativa Convencional». Sólo mantengo que si en verdad son obras maestras, entonces se las denomina erróneamente como «convencionales»; son ciertamente «Historia» o «Ciencia Ficción». ¡Oh, sin duda podemos darle la vuelta al argumento! La Ciencia Ficción puede darles a los argumentos tantas vueltas como quiera.
Una «Ficción» tan sólo significa una «creación» o una «producción». Y «Ciencia» es sólo otra palabra para «conocimiento», otra palabra para «habilidad», otra palabra para «iluminación». Que no os quepa la menor duda: la Ciencia Ficción es la narrativa central del Mundo. Es el Rey en el Reino Gráfico del Mundo. Pero a veces, durante unos siglos por aquí y por allá, pasa por épocas de vacas flacas.
Los elementos de Fantasía pueden representar las épocas de vacas flacas para la Narración y para el Mundo. Fueron las épocas en las que nos retirábamos a la «Fortaleza del Mundo» (en realidad, tan sólo una caverna) por seguridad. Las mismas pinturas rupestres eran una especie de ilustraciones para las portadas de las «Historias». Y la «Caverna» siempre está ahí para regresar a ella.
«La Ciencia Ficción es un sucedáneo para aquellos que carecen de verdadera Fe, o de una Fe Sólida en algo», me contó una vez un Seminarista (suspenso). «Es un sucedáneo muy inferior, y sólo lo adoptan las personas demasiado mezquinas para asumir compromisos». Y entonces el estudiante que había abandonado los estudios me contó una historia de los indios americanos a modo de ilustración:
Cada mañana, tanto si las ves como si no, hay personas que salen a campo abierto y disparan flechas hacia lo alto, tan alto como les sea posible. La mayor parte de esas flechas vuelve a caer silbando al cabo de un tiempo, conviene tener precaución. Pero algunas de las flechas no caen. Son «aceptadas», o se «clavan en el cielo», y no vuelven a bajar. La persona cuya flecha no vuelve a ella es entonces bendecida con una Fuerte Creencia en algo; esto es por la aceptación de la flecha. Se vuelve entonces un «Verdadero Creyente», una persona potente.
Pero las personas impotentes deben continuar disparando sus inefectivas flechas al aire cada mañana para que vuelvan a caer al suelo. Estas personas impotentes que fallan a diario, así lo dijo el seminarista, son el tipo de personas que se vuelven adictas a la Ciencia Ficción; son el tipo de personas que se vuelven adictas a —bueno, mencionó otra docena o así de adicciones estúpidas que afirmó eran sustitutos para la vida y para la creencia y para el compromiso.
Pero ese estudiante suspendido se equivocaba. Y había utilizado una historia de ciencia ficción para denostar a la Ciencia Ficción. La mayoría de las personas disparan sus flechas porque ese disparo, esa especulación, es un deporte placentero. Y si algunas de las flechas se clavan en el cielo, mejor que mejor. Pero sólo el hecho de dispararlas es ya lo bastante divertido y prodigioso.
Una advertencia para aquellos que dejan de disparar sus flechas o especulaciones cuando una de ellas parece haber dado en la diana. Muchos años después alguien puede acercarse corriendo a esa persona con la mala noticia «Tu flecha ha vuelto a caer después de todo este tiempo y se ha hecho astillas. Ya no podrás volver a dispararla nunca más». Y así, esa persona también se hará astillas. Esto les sucede a menudo a personas de mediana edad cuando una delgada flecha en la que han puesto toda su fe se precipita de vuelta al suelo.
Pero alguien puede acercarse corriendo a otra persona con la misma noticia «¡Tu flecha ha caído!», y la respuesta podría ser: «¿Cuál de ellas, y qué importancia tiene? Tengo medio centenar de flechas en el aire constantemente. Cuando una cae de vuelta disparo otras dos a las alturas».
«Camino sobre maravillas y levanto mi arco hacia la magia», escribió un post-arquero.
Esto no son enteramente divagaciones esotéricas. Esto trata sobre nosotros, el Pueblo Agradable y Agraciado. Esto versa sobre nuestro Territorio, un Reino nada Infame. No es tanto un lugar extraño como un lugar familiar al que regresar. Esto trata sobre uno de los principales placeres de la vida, la «Narración del Mundo». Esto es lo que la criatura con cabeza de hidra (que sepáis que hay hidras buenas además de hidras malas) llamada Ciencia Ficción realmente es.
Voy a escribir reseñas de libros, pero sólo de libros buenos. Haré explotar algunos globos, pero sólo aquellos llenos de gas de los pantanos en lugar de aire honesto. E intentaré ver las cosas en su justa medida. Como dice el chiste: «Quítate los zapatos, pues pisas Suelo Sagrado. Ah, mejor quítate sólo un zapato: tampoco es tan Sagrado».
18 de mayo, 1979
Notas
2 Timoteo 4,3: «Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, teniendo comezón de oídos, se rodearán de maestros por el prurito de escuchar novelerías». N. del T. ↩